Mineral, misterioso, bello. María Oriza

Frente a una opinión -muy extendida- valorando por encima de otros al arte que huye de la belleza  (también del objeto y de la obra acabada) aún quedan artistas que trabajan teniendo en cuenta esta categoría estética. La belleza en nuestra sociedad moderna, al llenarse de  significados, se ha vaciado de sentido. Por eso hay quien tiene el atrevimiento –por ignorancia- de descalificar llamando bella a una obra de arte. Seguramente confunde, o aplica malintencionadamente, este calificativo con lo que es simplemente amable. Por otra parte, la belleza no es patrimonio del objeto -la obra- depende del sujeto que lo percibe. Exige un interés -especialmente- cuando es un arte desinteresado y libre de muletillas teóricas.

Personalmente prefiero una obra que brote natural hasta los ojos sin necesidad de pirotecnia teórica, ni de un pesado andamiaje –justificación- que sólo es lastre para la mirada. A la obra lo que le sobra es la palabrería, para eso es mejor que permanezca latente…y muda.

Las piezas de María cuando estamos junto a ellas –no frente a ellas- trasmiten una belleza como de algo que siempre estuvo allí pero que nunca fue visto por ojos humanos, como un bosque jurásico. Y como este bosque, recuperado con delicadeza de un tiempo perdido, se nos presenta ante la mirada, mineral, misterioso, bello.
mariaoriza.com